lunes, 27 de mayo de 2013

Como un juego de niños


Me es muy difícil escribir sobre mi trabajo con los niños porque siempre que lo intento siento que no soy capaz de reflejar lo que me apasiona esta actividad. Aunque soy consciente de que la tengo altamente idealizada, como todo lo que me gusta, no me importa, como “personalidad idealista” me va bastante bien en la vida y no veo la necesidad de cambiar en este aspecto. 

Hace poco, saliendo precisamente  de una de las clases de teatro que doy, me sobrevino el pensamiento de que si fuera posible capturar la esencia de mi misma y encerrarla en algún lugar, una vez descartado todo lo demás, quedarían sólo dos cosas: La introspección, y mi amor por los niños con los que trabajo. Básicamente soy eso y no hay ninguna arista ahí que pulir, no sé si me explico, quiero decir que si  tuviera la certeza de para que vine esta vez al mundo, la respuesta sería: para experimentar el animal que soy, y para tener la oportunidad de trabajar con niños. Podré equivocarme y arrepentirme de todo lo demás que acontece en mi vida, pero en estos dos puntos no hay error alguno. Muy cerca de esta sensación, se encuentra también la de acercarme a realidades sociales paupérrimas y el soñar con transformarlas. Pero advierto moviéndome en ellas que todavía hay demasiada aflicción, a menos que se trate de niños, estar cerca de los cuales, sea en las circunstancias sociales que sean, siempre me produce alegría. 

Pienso que podría escribir un extenso y sincero libro sólo con la experiencia de  los últimos ocho meses en mi taller de teatro, e incluso cabe la posibilidad de que pudiera llegar a ser entretenido. Cada lección que aprendí de los niños sería un capítulo. En realidad no se trata de una vivencia extraordinaria, ni nada que no se haya dicho y hecho antes de  maneras diferentes. Tengo que confesar que me da mareo ver la cantidad de libros sobre educación que se publican cada año (lo mismo me pasa con los de espiritualidad y autoayuda). Cuando estoy en una gran librería entre tantas palabras me dan ganas de no volver a escribir ni una más. Está claro que todo lo que yo he vivido y sentido ya lo experimentaron y escribieron otros. Creo francamente que hay que tener un ego grade y en forma para escribir y publicar algo que crees que va a destacar entre todo lo demás, pero aunque pienso esto soy incapaz de dejar de escribir. Será porque soy idealista...

Con los niños todo es tan fácil en algunos aspectos... trabajar con ellos es tener la posibilidad de vivir en una fantasía perpetua, sobre todo si realizas el tipo de trabajo que yo hago. Supongo que cuando educas a tus hijos es bien diferente a enseñar durante 4 horas teatro a la semana. No quiero insinuar que la labor de educar y enseñar no sea ingrata a veces por supuesto, ni que sea lo mismo dar una lección de matemáticas que una clase de danza, pero la mente de niño es por naturaleza divertida y guasona hasta  que la lógica y la identidad se desarrollan.

Si escribiera un libro sobre mi experiencia con ellos, dedicaría un capítulo a la educación en el amor y la compasión. Me importa un pimiento si la bondad o la maldad forman parte de nuestra naturaleza humana, esta es una discusión que no terminará nunca. Yo lo único que sé es que hace varios meses, mientras desarrollaba la clase de teatro, uno de los niños se cayó al suelo de una manera ridícula. Como era de esperar, ésto hizo estallar instintivamente la risa de sus compañeros, sólo tienen seis años y que se resbalen o no controlen cien por cien el espacio es habitua a esa edadl. Lo que no se dieron cuenta es que su compañero se había hecho daño de verdad y estaba llorando. Tuve que interrumpir la clase y ponerlos en círculo para explicarles muy seria que cuando alguien se caía, lo primero que debíamos  hacer era acercarnos a ver si esa persona se encontraba bien, porque por muy graciosa que nos hubiera parecido la caída, podía ser que la otra persona se hubiera hecho mucho daño, y eso no era divertido. Les expliqué que la risa era un impulso natural y no tenían que ocultarla, pero que la risa también podía herir y hacer sentirse mal a alguien en esa situación. Les dije que cerraran los ojos y recordaran como se sentían cuando se caían al suelo. Todos me contestaron que muy mal y empezaron a contar un montón de anécdotas a la vez que mostraban las cicatrices de sus recientes caídas.

Desde ese momento, no ha habido ni una sola vez en el que un compañero se haya hecho daño y todos los niños que lo han visto no hayan ido corriendo a preguntarle si estaba bien. Tanto es así que llegados a este punto, puedo confesar que ellos están mucho más pendientes del dolor de sus compañeros que yo misma que no le doy importancia a la mayoría de sus tropiezos. Muchas veces después de preguntar a su amigo“¿te has hecho daño?” me miran para que les dé mi aprobación. “Muy bien Yassine, lo primero que has hecho es preguntar si se ha hecho daño el compañero, eso está muy bien” 

 Pero lo que más me conmovió de toda esta historia, fue un día en el que jugando en el gimnasio con ellos, me di un fuerte golpe en la rodilla contra uno de los  bancos de madera( la veces os adultos tampoco controlamos el espacio ;) entonces varios niños se acercaron a mí y poniéndome la mano en el hombro me preguntaron: “¿estás bien profe, te has hecho daño?” Y entonces sentí que  la vida era una cosa bonita y vivirla un juego de niños.




"Sólo el sentimiento de responsabilidad total para con toda la humanidad, que es amor, puede transformar las bases del actual estado de la sociedad"
                     J.Krisnhnamurti



 


Sobre clases de teatro a niños, he hablado más AQUÍ

 * Todos los artículos de este blog, recogen mis experiencias personales y mi manera de interpretar aquello que vivo, la cual no tiene porque coincidir con la del resto de personas que lean mis palabras. No pretendo ofender a nadie, esto es sólo el reflejo, de una forma de sentir.

1 comentario:

  1. Hola, te animo a que escribas ese libro, créeme que he leído muchos acerca de este tema y pocos son los que lo narran con tanta sensibilidad y belleza. Seguro que eres una persona muy especial.

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