viernes, 24 de mayo de 2013

Noches de Voluntariado


Hay días dónde la noche de voluntariado se complica más de lo deseado. Noches en las que la realidad  cae sobre ti como una piedra en la cabeza, lanzada con intención de matar. En esas ocasiones la noche termina con una imposibilidad absoluta por parte del voluntario de expresar con palabras lo que siente. 

Esto me enerva, que no hayamos sido capaces de encontrar un término apropiado para cada emoción. Se nos quedaron tantas por nombrar… Si existieran todas las que me faltan, ahora podría usarlas sin dar tantos rodeos, y sin tener que recurrir a un jodido sinfín de metáforas para decir simplemente que hay noches de voluntariado dónde el corazón te lo pone difícil. El corazón sí, actuando en connivencia con el cerebro, le otorga un dramatismo añadido a esas noches en las que todo parece injusto, oscuro y resignado, y la raza humana egoísta e inepta para la supervivencia. Noches pesadas dónde el más mínimo “accidente” trastoca la superficial armonía emocional en la que se mueve el grupo. Se rompe el pacto, los roles se difuminan.

Se puede llegar a no juzgar la realidad que te rodea, la aceptas  y la vives de la manera más alegre y positiva posible, seleccionando sólo lo mejor. No es idealismo, es la verdad, incluso en la más terrible de las circunstancias se puede, nosotros voluntarios incansables de las noches, lo hacemos. No hay separación ni juicio en esos instantes  maravillosos, pues no hay más posibilidades de las que están ocurriendo.  No existe la posibilidad de “tenemos que hacer algo” ni la sensación de “esto no es suficiente”, no existe “¿por qué?”, no hay cabida para “deberíamos…”. Pero ese equilibro a veces se pierde tan rápido como avanza la noche…

R se reía en su tienda de campaña hablando de su grave enfermedad, quitándole importancia a su sufrimiento, resignada y cambiando de tema. Que le está gustando Cumbres Borrascosas que curiosamente ¡es mi libro favorito! Y si no has leído Jane Eyre de Charlotte Brönte vas a alucinar en  serio te lo voy a traer el próximo día ¿Y dónde tienes todos los libros que te regalan mujer? No lo puedo creer pero me decías que estás muy enferma y cómo te ríes a pesar de todo dame un abrazo no lo puedo creer estoy más triste que tú  estoy triste. Estoy triste. 

Esta conversación me ha puesto triste a pesar de que tú reías. O tal vez esta especie de melancolía venga de lo que vi unos minutos antes: a una anciana desecha, borracha y magullada, perdida casi la consciencia, recostada sobre mi compañera que sólo intentaba salvarla de algo, de la noche o de ella misma. Le hablaba, devolviéndole la dignidad con cada uno de sus gestos, recordándole que era una persona, ¿no te acuerdas? Eres una mujer, estás viva. Pero yo me fui, y ahora pensaba que no había sido R con la descripción de su cirrosis terminal lo que me había dado ganas de llorar, si no toda esa escena. O espera, espera un momento, quizás debiera ir unos minutos más atrás, pues me había conmovido de forma inesperada también que P hubiera estado ingresado ese fin de semana en el hospital y ahora estuviera de nuevo y aún sin recuperar, en la calle.  

Había sido una buena mañana y un mejor fin de semana. Pero el equilibrio existe en el presente, sólo en las hipótesis se genera el conflicto. Fue comenzar a juzgar la realidad y empezar a sufrir. 
Mi compañero y yo no dudamos en alimentar nuestras creencias acerca de lo que habíamos visto hasta nuestra siguiente parada. Es como un ritual, el grupo nocturno se refuerza en sus teorías y conjetura para inventarse las piezas del puzle que le faltan, necesitamos ver la imagen completa para entenderla y de 500 piezas nos faltan la mitad, así que “bla, bla, bla” Lo bueno y lo malo, lo deseable y lo indeseado…

Una de las personas que visitamos en la calle
En esas noches piensas en la muerte, crees que sabes y no te equivocarás, que algunas de esas personas a las que visitas en la calle, morirán enfermas y solas hasta que alguien las encuentre. Y entonces entran en juego los jodidos porqués de la vida, que porqué esto y no aquello otro, que porqué él y no tú… no hay quien pare esta lógica cuando empieza a funcionar.

Y sin embargo, yo sabía que no había nada malo en aquella noche, ni nada más erróneo que mi interpretación del mundo. Que la gente esté enferma y sóla en la calle, es terrible, es síntoma de una sociedad equivocada, lo que te acaba de contar R es tan fuerte e inaceptable que sólo puede causarte pesar. ¡Todos los que duermen apacibles o atormentados en sus camas en estos momentos, deberían salir de ellas para buscar una solución y acabar con tanta miseria!. ¡Y cuánto más podría hacer yo!

Nada. Porque las posibilidades son algo que no existen más que en nuestra mente. Nada absolutamente más de lo que estaba ocurriendo esa noche podía ocurrir. Incluso mi tristeza era perfecta. Pensé que no podría continuar, que no quería y además había empezado a entender. El panorama de debajo del viaducto era el habitual. Media docena de africanos embutidos en sus sacos de dormir, nosotros que nos acercamos a ofrecerles un caldo y una charla. Pero esta vez dormidos. Todo se me antojó peor, más lúgubre y abandonado que nunca. Fue breve esa parada y me alegré. Y ya entendía, ya lo sabía, y todas las palabras de después fueron más bla bla. Que no había nada triste afuera, nada con lo que identificarse, ni nada que rechazar. Y que había más emotividad de lo habitual sí, pues hay noches de voluntariado dónde tu mente, corazón, ¿mente? ¿corazón? No sé bien la diferencia… se complica más de lo deseado.

Y esa noche de vuelta a casa no hubo preguntas, pero quedó todo lo demás. 



Sobre mi voluntariado con personas sin hogar he escrito más AQUÍ 

* Todos los artículos de este blog, recogen mis experiencias personales y mi manera de interpretar aquello que vivo, la cual no tiene porque coincidir con la del resto de personas que me lean. No pretendo ofender a nadie, esto es sólo el reflejo, de una forma de sentir.

3 comentarios:

  1. Me han estremecido tus palabras en esta entrada y he sentido vuestra desazón. Gracias por compartirlo.

    Muchísimo ánimo, eres todo un ejemplo. Sigue así a pesar de estas noches en las que el corazón protesta. Un abrazo

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  2. Nos preguntamos muchos porqués y pocos para qué. De todo se puede sacar un aprendizaje, aunque el corazón a veces nos ponga difícil el prisma... Eres muy grande, ¿te lo he dicho alguna vez?...
    Un abrazo.

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  3. Llevo rato queriendo comentar...pero es que no sé ni qué decir. Tu voluntariado me acerca a una realidad que sólo atisbo en mi vida diaria. Soy consciente de ella, pero de una forma cómoda y lejana. Hay preguntas que quizás nunca encontrarán respuesta...
    Un beso.

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